Sentido común
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Primeras inquietudes por las que me cuestioné las nociones de poder presentes en las mujeres en razón de serlo. En esta aproximación, la limpieza corporal funcionó como una necesidad de desligarse generacionalmente de los discursos, prácticas, representaciones e imaginarios del patriarcado. Es una línea de unión con mis sobrinas apelando a las generaciones que están permeadas por sus interferencias.
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Intervención en la Udea.

Se parte del panfleto (texto patriarcal que me heredó mi abuela inmiscuido con la política y la religión sobre lo que se considera una “buena mujer”) como parte de la transmisión de los entes hegemónicos. La silla se dispone en el centro cuestionando quién esté en el foco de poder. Asimismo se proyecta la limpieza de los cuerpos, sobrepuesta en ocasiones por la sombra de quién ocupa el privilegio y un micrófono conectado hacia un amplificador de sonido proyectado hacia afuera, dispositivo utilizado como herramienta para resonar la encarnación del texto. La gente podía leer el panfleto por fragmentos o completo, escuchándose en el exterior del lugar; ocupar la silla ( privilegio) o la hegemonía de quien proyecta la voz, vivificando el significado colectivo de los discursos.
Aquello que no se cuestiona
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Primeros Montajes de Microscopias. Lugar. Edificio La Naviera.
En esta intervención el proceso se renombra. De sentido común, me centro en Microscopias como una reflexión que integró no sólo lo común que acaece en lo cotidiano sino las intenciones de acercarme a nivel micro y situado desde escenarios cercanos que politizaran mi experiencia por fuera de macros canónicos.
Fueron dos montajes de estas intervenciones en diferentes fechas y espacios en las que exploré la limpieza del cuerpo de las mujeres en mi familia, su quietud en el espacio, su inmovilidad y por ende también su silencio. En ese sentido, la inquietud continuaba su detonante: los mecanismos operantes de poder en el cuerpo y la subjetividad, así como una pregunta profunda por la autoridad y las jerarquías patriarcales. En ambas paredes opuestas, se proyectaba una repetición de ella, de modo tal, que quien se sentaba en la silla y tomaba el poder, iba a tener el reflejo de ambas imágenes perturbándole en su privilegio. Asimismo, los bafles se encontraban hacia afuera para que cuando alguien leyera un fragmento lo escucharán los demás, acercándose para atender la intensidad del zumbido patriarcal que variaba sus interferencias (fondo).
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